Había un muchacho en un valle. Tras estar algún tiempo allí sentado, observando todo a su alrededor y contemplado esa belleza, fijó su mirada en un pequeño árbol. Se dijo:
-Qué árbol más bonito, es perfecto.
Al momento, cuando dejó de estar absorto en ese pequeño árbol, su mirada fue a parar a otro árbol, el cual era algo más grande que el que anteriormente había observado, y se dijo:
-Qué árbol más bonito, es perfecto.
Este segundo árbol no era como el primero. Era más grande, y más viejo, pero le pareció perfecto.
Al rato, fijó su mirada en otro árbol. Y se dijo:
-Qué árbol más bonito, es perfecto.
Este árbol era muy viejo, estaba torcido, y desentonaba con respecto a los otros árboles más frondosos, pero le pareció perfecto.
Cada árbol como cada persona, es bello en esencia. Para ver, percibir y sentir esa belleza, hay que trascender y ver más allá de la forma, y no encasillar ni juzgar lo que se ve a simple vista, pues todos, en esencia, SOMOS BELLOS.
NO LES ODIES POR LO QUE HACEN (PARECEN), ÁMALES POR QUIENES SON