Esta es una invitación de viaje. Un viaje a una forma de permanecer y de comunicarse que tal vez no sea muy extendida ni conocida, sin embargo, existe y es posible experimentarlo.
Había un lugar conocido como Isla Sufrimiento. Había millones de habitantes en aquel lugar, y no tenían conocimiento de ningún otro lugar en el que residir.
En aquel lugar había distintas formas de vivir, pero todo estaba envuelto por una misma atmósfera de imposición y miedo. Había distintos grupos de personas que se consideraban mejores que otros, todos buscaban un grupo en el que permanecer y con el que vincularse.
Todo aquel que no perteneciera al mismo grupo, era considerado un enemigo. Lo curioso, es que dentro de los mismos grupos, todos se consideraban rivales. Había distintos grupos dentro de los grupos. Siempre se encontraba un aparente motivo para permanecer en conflicto.
En aquel lugar, cada habitante iba siempre con una mochila a la espalda. En la mochila llevaban distintas prendas, la cual dependiendo de cada habitante, hacía que el peso fuera distinto.
En un determinado momento, se encontró otro lugar en el que residir, conocido como Isla Tranquilidad. Allí el número de habitantes era menor, y la forma de vida era distinta.
En Isla Tranquilidad, aunque en apariencia había distintas formas de vivir, todos permanecían en sintonía, con respeto y no había ningún grupo del que formar parte. Cada habitante era único, pero sabían convivir los unos con los otros. No había motivo por el que entrar en conflicto, no había nadie considerado enemigo o rival.
Para poder ir a Isla Tranquilidad, los habitantes de Isla Sufrimiento tenían que dirigirse al aeropuerto, y todos lo hacían con su correspondiente mochila. Cuando iban a tomar el vuelo que les hacía llegar a Isla Tranquilidad, muchos no podían viajar por exceso de equipaje, ya que a ese lugar había que ir sin equipaje, y muchos no estaban por la labor. Había que pasar distintos controles para poder embarcar.
En las mochilas había distintas prendas que hacían cargar un peso innecesario para Isla Tranquilidad. Había prendas comunes de los habitantes de Isla Sufrimiento como, el ego, la vanidad, la ira, el rencor, la imposición, la intolerancia, el pasado, el futuro, y algunas otras prendas. Algunos las dejaban atrás para embarcar, y otros querían seguir con aquellas prendas que habían llevado durante mucho tiempo.
Había otras prendas que costaba más dejarlas atrás a aquellos habitantes, como la prenda de las religiones, ángeles, dioses… pero, no obstante, había quienes las dejaban para ir a Isla Tranquilidad.
En otro de los controles, seguía habiendo prendas de las que deshacerse para poder viajar, ya que ninguna de esas prendas eran necesarias para habitar en Isla Tranquilidad. Estaba la prenda del ser interior, la prenda de creerse un elegido… Quienes no proseguían se quedaban en Isla Sufrimiento aunque era notable que se habían desecho de gran parte del equipaje, lo que les hacía permanecer en aquel lugar de forma distinta, más ligeros y con menos peso, pero en vez de sentir unión con los habitantes de allí como ocurre en Isla Tranquilidad, acababan por formar otro grupo más, con las correspondientes consecuencias ya explicadas. Quienes se deshacían de aquellas últimas prendas escondidas en la mochila, se dirigían a subir al avión, cuando en un último control, para sorpresa de ellos, debían dejar también la mochila (la figura del yo) ya que no había utilidad para ella. A algunos les costaba, ya que siempre permanecían con ella.
Llegados a Isla Tranquilidad, todo era fluidez, sin motivo por el que entrar en conflicto y sin intentar cargar las mochilas de los demás ni la propia, pues no había. ¡Qué Libertad! No había pretensiones, sólo alegría por el instante en el que se permanece, con una enriquecedora y complementaria convivencia.
Eres bienvenid@, ¿Te vienes? Deja la mochila, y únete…